Introducción

Durante una década, desde 2009 hasta 2019, la región noroeste de la provincia de Córdoba se convirtió en el epicentro de una política social de vivienda con un enfoque especial en las zonas rurales. Inicialmente concebido como el Programa de Sustitución de Viviendas Precarias y Erradicación del Mal de Chagas (PSVPEMCH), esta política habitacional surgió como respuesta a la ley de emergencia habitacional y sanitaria. Posteriormente, en 2015, se inscribió en un conjunto más amplio de políticas, conformando el Plan de Desarrollo del Noroeste Cordobés (PDNC).

En marzo de 2009, el boletín oficial del gobierno de la provincia de Córdoba informó el estado de “emergencia habitacional-sanitaria en la provincia de Córdoba” y dio cuenta de la sanción de la ley provincial 9601. Mediante esta ley, se marcó el comienzo de una década de políticas habitacionales enfocadas en las zonas rurales, con el propósito de abordar, a través de estas iniciativas, un importante desafío en materia de salud: la enfermedad de Chagas.

Sin embargo, la intervención espacial de esta política habitacional condensó una pluralidad de definiciones, plasmadas en el diseño, materiales y funciones que excedían aspectos de salubridad (Cejas, 2020). Muchos de los aspectos que condensa la arquitectura del plan, en sus diferentes versiones, presentan marcadas diferencias con la arquitectura de la vivienda rural, comúnmente denominada “rancho”, y las formas específicas en que esto se despliega en la región noroeste de la provincia.

Al momento de abordar estas diferencias y comprender su implicancia en el territorio, advertimos que la manera de implementar esta política se inscribe en un contexto histórico más amplio en el que la relación entre la enfermedad de Chagas y la vivienda rural ha sido establecida, a menudo de manera incorrecta, dando lugar a la creación de discursos y prácticas destinados a reforzar esta relación y fortalecer el prejuicio sobre estos materiales y estas comunidades. De esta forma, el propósito de este escrito es mostrar al PSVPEMCH como un programa en el que esta narrativa ha tomado forma en el territorio o se ha reflejado en él.

Comenzaremos mostrando de qué manera se construyó discursivamente la enfermedad de Chagas en nuestro país, desde la década del 30 en adelante y su impacto histórico a nivel institucional y de políticas públicas. Luego, presentaremos la relación específica que se establece entre la enfermedad de Chagas y la vivienda rural, por qué esta relación es errónea y cómo la arquitectura, como disciplina de la modernidad, colaboró en la consolidación de este relato. Esto nos dará paso a presentar el caso específico del instrumento público que nos compete. Para ello, analizaremos algunos elementos concretos (los diseños de las viviendas, las perspectivas arquitectónicas puestas en juego, las lógicas de funcionalidad implicadas, etcétera) para dimensionar las diferencias entre lo que propone la intervención estatal, y lo preexistente a ella.

Metodología

Para el artículo tomaremos elementos del análisis de discurso propuesto por M. Foucault. Para el autor, toda formación histórica se define ante todo por lo que ve y hace ver, y por lo que dice y hace decir (Deleuze, 2013), esto implica que cada época puede ser conocida en su particularidad a través de las prácticas discursivas presentes en ella. Para Foucault, las prácticas discursivas exceden lo meramente lingüístico e incluyen también un conjunto más amplio de elementos; en ese sentido, se considera que un discurso puede ser tanto el texto que acompaña una ley, como una vivienda. El interjuego entre todos estos elementos considerados como discursos es lo que da paso al concepto de dispositivo, que se concibe como aquella:

red de relaciones que se pueden establecer entre elementos heterogéneos tales como discursos, instituciones, arquitectura, reglamentos, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, lo dicho y lo no dicho (Castro, 2011, p.114).

Esto implica llevar a cabo un análisis genealógico de las formaciones discursivas; es decir, analizar de qué manera el poder se cristaliza a través de estas formaciones discursivas configurando regímenes de verdad (Foucault, 1979).

En línea con lo planteado, para indagar sobre estas prácticas discursivas nos valdremos de fuentes documentales y también del análisis del prototipo de viviendas propias de la ruralidad y las propuestas por el plan de la política habitacional. Entre las fuentes documentales trabajamos con primarias y secundarias. Entre las primarias, encontramos entrevistas y notas de campo realizadas durante encuentros con familias y agrupaciones campesinas de la provincia de Córdoba, en el marco de proyectos de investigación. En lo que respecta a las fuentes secundarias, trabajamos con documentos oficiales (leyes, ordenanzas, informes de gestión y manuales públicos)1 y documentos históricos de organizaciones sanitarias nacionales.

A fin de estudiar, desde una perspectiva genealógica, la manera en que las formaciones discursivas se expresan en las viviendas, proponemos un análisis de plantas arquitectónicas.2 Como dijimos anteriormente, esto implica atender a aquellos sistemas complejos e integrados de conocimiento, representación y práctica que influyen en la concepción y producción de espacios.

Para analizar una planta arquitectónica desde esta perspectiva de formaciones discursivas, el proceso implica varios pasos interrelacionados. En primer lugar, se deben identificar y desglosar los elementos clave de la planta, como su disposición espacial, selección de materiales y funcionalidades que aloja. Luego, nos interesa contextualizar la planta dentro de un marco histórico y teórico, reconociendo las influencias dominantes y periféricas, que se materializan en los diseños. Finalmente, atendiendo al tipo de proceso del que forman parte, nos interesa reconocer las singularidades que presenta por un lado la vivienda vernácula, emergente de un devenir de escala familiar, frente a un proceso prefigurado a través de una política habitacional, unilateral y verticalmente diseñada e implementada, que además se basó en una perspectiva de salubridad (en relación a la enfermedad de Chagas, concretamente).

La síntesis de todos estos hallazgos en un análisis integral nos permitirá revelar las formaciones discursivas subyacentes que han dado forma a estas dos concepciones habitacionales.

Operativización teórico-metodológica
Perspectiva de análisis y operación metodológica Fuentes analizadas Variables o indicadores específicos
Estudios de formaciones discursivas: ―Identificación y desglose de discursos presentes en documentos oficiales, entrevistas, notas de campo y documentos históricos. ―Análisis genealógico de cómo el poder se cristaliza en estas formaciones, configurando regímenes de verdad en el ámbito habitacional. ―Reconocimiento de elementos heterogéneos en dispositivos: discursos, instituciones, arquitectura, reglamentos, leyes, entre otros. Fuentes documentales Clasificación de fuentes primarias: entrevistas y notas de campo con familias y agrupaciones campesinas. Identificación de tópicos recurrentes y alcances de estos.
Clasificación de fuentes secundarias: documentos oficiales, leyes, ordenanzas, informes de gestión, manuales públicos y documentos históricos. Identificación de tópicos recurrentes y alcances de estos.
Material gráfico: plantas arquitectónicas. Identificación de elementos clave: disposición espacial, selección de materiales constructivos y funcionalidades presentes en las plantas arquitectónicas.
Contextualización histórica y teórica de las plantas arquitectónicas, reconociendo influencias dominantes y periféricas en los diseños.
Reconocimiento de singularidades entre vivienda vernácula y diseño de política habitacional en relación con la enfermedad de Chagas.
Síntesis y análisis integral Integración de hallazgos para revelar formaciones discursivas subyacentes en las concepciones habitacionales estudiadas.
Identificación de conexiones entre discursos, instituciones, arquitectura y otros elementos que han dado forma a las viviendas rurales.

Antecedentes

ENFERMEDAD DE CHAGAS EN ARGENTINA

La enfermedad de Chagas surgió como problema sanitario en 1933, al identificarse en Argentina los primeros casos agudos. En línea con Rosenberg y Golden (1992), consideramos que:

La enfermedad es al mismo tiempo un evento biológico, un repertorio de construcciones verbales específicos que reflejan la historia intelectual e institucional de la medicina en una generación determinada, la posibilidad de una política pública y la legitimación de esa política, un aspecto del rol social y una entidad individual intrafísica, una sanción para valores culturales, y un elemento estructurante de la relación médico-paciente (en Zabala, 2009, p. 71).

Así, afirmamos que el surgimiento del Chagas en el país se produjo en el contexto de un grupo de estrategias esenciales que dieron forma a prácticas sociales particulares (Foucault, 1996). En otras palabras, las definiciones que se establecieron desde la esfera institucional influenciaron la manera en que la enfermedad se configuró a lo largo de su historia, convirtiéndola en un asunto de interés en el ámbito de la salud pública y en el campo de la investigación científica. Así, puede afirmarse que el estudio de las enfermedades en la región noroeste de Argentina, particularmente el surgimiento de la enfermedad de Chagas como patología relevante, fue posible gracias al establecimiento de un aparato médico institucional, que reflejaba el proyecto cientificista de la época y se basaba en conceptos de afianzamiento de la identidad nacional. Ejemplo de ello fueron las ideas expresadas en el marco de la fundación de la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina (MEPRA):

Aspiramos a fundar una nación fuerte y robusta. Y anhelamos sinceramente la suma de la felicidad para sus habitantes. Entonces tenemos el deber de afrontar valientemente y aún a costa de grandes sacrificios los problemas epidemiológicos regionales que arrebatan más vidas que la peor de las guerras, como así también el mejoramiento del tipo humano, hoy preocupación universal, acrecentando su capacidad de lucha y de resistencia y su adaptación más perfecta a cada unidad política geográfica (Villagran, en Fleitas, 2014, p. 78).

Simultáneamente, la aparición de esta patología puso de manifiesto la relación existente entre la geografía y el ambiente con las enfermedades. Así, desde sus inicios el Chagas se asoció a condiciones materiales de pobreza, escasez de información y falta de acceso a servicios sanitarios básicos, convirtiéndola en una representación de las inequidades del continente. En ese marco, para Mazza, el Chagas era “a la vez triste producto de la miseria de la vivienda rural americana y exponente […] de la capacidad y desarrollo de las mentalidades científicas de nuestro continente” (Mazza, 1935, en Fleitas, 2014, p. 78). Así, su resonancia tuvo que ver, por un lado, con el avance científico de identificar una nueva especie de triatomino, y por otro, con la posibilidad de ofrecer una explicación de base biológica a contextos sociales desiguales. De modo que, en línea con el discurso moderno de la época, la ciencia venía a contribuir a un destino de grandeza que aspiraba a construir un cuerpo social vigoroso.

Esto se reflejaba en los discursos expresados en las reuniones de la Sociedad Argentina de Patología Regional del Norte (SAPRN). Allí decían:

Una nueva era se entreabre para los estudios en nuestra tierra. La situación atávica de los poderes e instituciones públicas parece terminar. Con la labor que iniciáis y venís a llenar una deuda sagrada contraída con la patria, a honrar la raza americana y al tentar esfuerzos para asegurar la salud y bienestar del Norte argentino, salvar también al pobre patrimonio que nos queda de las razas primitivas de América (Domínguez, 1926, s/p).

En la década de 1940, el Chagas comenzó a adquirir mayor importancia gracias a las acciones de Ramón Carrillo, ministro de Salud del Gobierno nacional, quien se destacó por su enfoque en la detección y combate de las epidemias. A partir de ese momento, el Chagas empezó a ser reconocido como un “problema nacional” (Zabala, 2012), orbitando en torno a él un conjunto de “prácticas de gobierno” (De Marinis, 1999). Estas medidas se tradujeron en la creación de una estructura institucional que abarcaba programas para combatir al vector, la planificación de actividades de diagnóstico, la investigación y el desarrollo de opciones de tratamiento, entre otras iniciativas. Desde entonces hasta la actualidad, la comprensión científica de la enfermedad de Chagas, su reconocimiento institucional y su importancia política han experimentado transformaciones significativas. En lo que respecta a la política sanitaria, su evolución ha sido caracterizada por altibajos: en ocasiones se ha subestimado la gravedad de la enfermedad, en otras se ha elevado a la categoría de problema nacional, y gradualmente ha perdido prioridad en las agendas políticas. De manera que la sistematicidad en la implementación de medidas para la “lucha contra la enfermedad” (Zabala, 2012) ha variado según los cambios en la historia de Argentina y el grado de interés que el tema haya suscitado en las administraciones provinciales de diferentes periodos históricos.

No obstante, entre las prácticas discursivas creadas en torno al Chagas, hubo un elemento constante desde su “descubrimiento” hasta el presente: se percibe y entiende a la enfermedad como un problema vinculado a la vivienda rural y, en consecuencia, se presenta como algo central la desinfección de las viviendas. Aunque más tarde, en la mitad del siglo XX, se empezó a reconocer que el Chagas no era exclusivamente un problema rural, sino también urbano, la conexión directa entre el Chagas y la vivienda rural quedó instalada como un “régimen de verdad” (Foucault, 1979). Este discurso, en gran parte instalado por la comunidad académica, influyó significativamente en la formulación e implementación de políticas públicas destinadas a abordar esta problemática.

La enfermedad de chagas y la vivienda rural

La vinchuca tiende a buscar refugio en lugares oscuros y cálidos, tanto en el interior como en el exterior de las viviendas. En el interior, es común encontrarla en montones de ropa, debajo de colchones, entre objetos en desuso y en grietas de paredes y techos. En el exterior, suele refugiarse en áreas peridomiciliarias, como gallineros, corrales, y depósitos, además de entre las ramas de los árboles y la leña. Por lo tanto, las medidas de prevención más efectivas incluyen el rociamiento regular con insecticida en estas áreas y el mantenimiento adecuado de las paredes mediante el blanqueo con cal. También es importante mantener la limpieza y el orden, evitando acumular objetos y realizando un mantenimiento de la estructura de la vivienda, incluyendo revoques bien acabados.

Sin embargo, como se dijo anteriormente, uno de los factores principales asociados a la enfermedad de Chagas se ha centrado en las condiciones de vivienda de las comunidades rurales. De esta forma, se ha puesto el énfasis en la situación de contagio que ocurre dentro de las casas, durante la noche y mientras las personas duermen, descuidando la posibilidad de transmisión que puede tener lugar en un área amplia alrededor de las viviendas. Esta generalización infundada ha llevado a atribuir erróneamente a las diversas técnicas de construcción con tierra como un factor de riesgo para la transmisión vectorial de la enfermedad (Rolón et al., 2016). En ese sentido, ya desde la década de 1930, Salvador Mazza había propuesto la eliminación de las viviendas precarias y su reemplazo por viviendas “más higiénicas” como una medida de salud prioritaria (Mazza, 1939, citado en Rolón et al., 2016).

El diagnóstico que establece una relación directa entre los materiales de construcción de las viviendas vernáculas y la presencia del insecto vector responsable de transmitir el parásito causante de la enfermedad de Chagas, no es preciso. En este sentido, algunas investigaciones indican que la capacidad de controlar la proliferación del vector está relacionada con la capacidad de mantener la higiene en los espacios habitados (Wisnivesky-Colli et al., 1987; Sanmartino y Crocco, 2000). Otros estudios sugieren que la reproducción de la vinchuca puede ocurrir cuando el peridomicilio está desordenado o tiene un entorno selvático cercano (Jörg, 1989; Black et al., 2007), lo que también se aplica a los corrales ubicados en el peridomicilio de las viviendas (Pinto Dias y Borges Dias, 1982; Koyoc-Cardeña et al., 2015). Aquí es importante destacar que estos factores pueden representar riesgos, pero no deben considerarse como una caracterización generalizada de los patrones de vida en las comunidades rurales, con el fin de evitar estigmatizar estas poblaciones.

Además, reconocemos que hay factores de otra envergadura, relacionados al avance de la frontera agroindustrial, que influyen en la transformación de los espacios y de las prácticas en las comunidades campesinas. En ese sentido, en un periodo de tiempo relativamente corto, el uso compartido de áreas como el monte o el espacio peridoméstico (áreas utilizadas para la caza, recolección y cría de animales) fue gradualmente perdiendo legitimidad a medida que avanzaba la producción agroindustrial de recursos naturales. Esto supuso un impacto significativo en la forma en que se utilizaba el espacio cercano a las viviendas y en un grupo de problemas relacionados con ello, tal como se ha mencionado anteriormente.

Simultáneamente, otros estudios hacen hincapié en la relación que existe entre la inapropiada resolución constructiva que presentan las viviendas y el riesgo de proliferación del vector (Pinto Dias y Borges Dias, 1982; Sanmartino y Crocco, 2000). De este modo, se puede afirmar que, “la inadecuada resolución en la vinculación de elementos constructivos o su deficiente ejecución son precisamente los factores de riesgo, y no los materiales per se” (Rolón et. al., 2016, p. 66). Lo expuesto respalda la idea de que un elemento fundamental en la prevención de la enfermedad de Chagas radica en la calidad de la construcción, incluyendo la correcta finalización de las superficies, así como en el cuidado de las condiciones de los espacios dentro y alrededor de las viviendas, independientemente del tipo de materiales utilizados en su construcción. No obstante, el discurso de que las técnicas de construcción con tierra, propias de la ruralidad, representan un factor de riesgo por sí mismas, está profundamente arraigada al dispositivo de pensamiento y, por lo tanto, también lo está la idea de erradicarlas como una solución definitiva al problema.

Los movimientos arquitectónicos mundiales y su impacto en lo local

La relación lineal que históricamente se estableció entre viviendas rurales y enfermedad de Chagas fue, en parte, reforzada por la arquitectura como disciplina profesional. Esto cobró sentido en el marco de la profesionalización del desarrollo, que se refiere básicamente al “proceso mediante el cual el Tercer Mundo es incorporado a la política del conocimiento especializado y de la ciencia occidental en general” (Escobar, 2007, p. 86). La legitimidad de esta idea se vio respaldada por el rol crucial que desempeñaron la ciencia y la tecnología en la formulación y justificación de este discurso. La tecnología se concebía como una fuerza que no solo contribuiría al progreso material, sino que también operaría en un nivel moral y ético, como algo neutral que inevitablemente conllevaría beneficios. En consecuencia, se creía que lo que se requería era la creación de un tipo específico de conocimiento que se obtendría mediante la aplicación de nuevas disciplinas científicas.

De allí que la arquitectura es una disciplina que, inscripta en la modernidad, compone una narrativa en constante evolución. Los cambios en la concepción y producción de espacios a lo largo de los últimos siglos dan cuenta de un afianzamiento disciplinar, que, visto desde la perspectiva del análisis genealógico, nos permite construir una mirada no-lineal.

Antes de la era industrial, la disponibilidad de materiales de construcción determinaban el carácter de la arquitectura (Jorquera Silva, 2016), debido a que se construía según los recursos disponibles en el territorio inmediato.

Entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX se sientan en Europa las bases del movimiento moderno en el campo de la arquitectura. La escuela Bauhaus, con su enfoque urbano e industrial, impuso una perspectiva eurocéntrica en la disciplina. Esto marcó el acercamiento de la arquitectura a los procesos industriales emergentes, abordando la precariedad de los asentamientos urbanos de la época.

Conceptos como la prefabricación, la planificación urbana basada en la racionalidad y la valorización de la maquinaria y los medios de transporte se convirtieron en pilares de este movimiento arquitectónico (Moassab, 2020). En este contexto, surgió el hormigón armado como material constructivo dominante en el mercado de la construcción.

En ese contexto también surgieron movimientos arquitectónicos que promovían valores de lo local y lo particular en el contexto mundial, como el regionalismo, por ejemplo, que valoraba la cultura constructiva popular para sus diseños. Constituye un antecedente de pensamiento crítico frente al sistema dominante y colonial heredado.

A través del análisis genealógico es posible observar cómo las concepciones de espacio, función y forma se han moldeado a lo largo del tiempo y cómo han emergido nuevas formas de poder y control a través de la arquitectura. Esto nos permite descubrir los discursos dominantes, como lo son los construidos en este marco disciplinar, que han configurado nuestro entorno construido y, particularmente para este trabajo, han influido en la determinación de las espacialidades con que el Estado llega a los territorios.

Análisis

FORMACIONES DISCURSIVAS ESPACIALIZADAS EN VIVIENDAS RURALES: ENTRE LO MATERIAL Y LO SIMBÓLICO

A partir de la perspectiva de análisis que planteamos aquí, en este apartado buscamos conocer las maneras en que las formaciones discursivas se espacializan. En ese sentido, para comprender las intervenciones con que el Estado aborda la cuestión del hábitat rural es necesario reconocer el interjuego material y simbólico que se despliega en esas definiciones.

Las plantas arquitectónicas, entendidas como representaciones gráficas que trazan los contornos de un espacio, son, al mismo tiempo, la manifestación de un discurso más amplio que abarca conocimientos históricos y teóricos, normativas y regulaciones. En ese marco, este análisis se propone develar las múltiples capas de significado que forman parte de la concepción de una espacialidad, atendiendo a materialidades y funcionalidades (observables en plantas y cortes), las tradiciones constructivas y de diseño que se encuentran en pugna (entre las viviendas del plan y las vernáculas) y la tensión entre dos tipos de procesos constructivos diferentes (uno de origen estatal y otro familiar).

Desde esta perspectiva nos interesa alimentar una mirada transdisciplinar del hábitat, al advertir cómo las formaciones discursivas influyen en la materialización de los espacios habitables.

SOBRE LA TIPOLOGÍA DE VIVIENDA RURAL ORIGINAL

En lo que refiere a materiales y funciones, y valiéndonos de una síntesis tipológica que realizamos a partir del trabajo de campo, presentamos una planta arquitectónica que sintetiza algunos elementos de las viviendas vernáculas estudiadas en diferentes proyectos de investigación, señalados en el apartado metodológico.

Figura 1

Plano de arquitectura de tipología de vivienda vernácula en el hábitat rural cordobés

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Figura 2

Imagen de fachada de tipología de vivienda vernácula en el hábitat rural cordobés

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En las zonas rurales campesinas del noroeste de Córdoba, las viviendas han sido históricamente construidas por sus habitantes utilizando recursos disponibles en su entorno. Esto ha incluido elementos naturales como plantas, cañas, madera, piedra, arcilla y arena, así como materiales producidos localmente, como cueros, lana, grasas y pinturas a base de plantas. Además, en tiempos más recientes, se han comenzado a incorporar materiales industrializados en la construcción.

La versatilidad de las viviendas tradicionales es el resultado de un proceso constructivo que ha evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose a las cambiantes dinámicas, composiciones y prácticas familiares. En numerosos casos, las viviendas siguen una tipología vernácula que se compone de construcciones independientes que conforman una unidad habitacional. Estas viviendas a menudo consisten en un conjunto de espacios distribuidos en un amplio terreno, lo que da lugar a un diseño arquitectónico disperso.

La vivienda rural se concibe como una entidad completa, constituyendo un macroespacio que alberga diversos microespacios o áreas especializadas destinadas a actividades específicas. Esto permite que las viviendas sean multifuncionales y reúnan diversas funcionalidades, incluyendo actividades domésticas, productivas y comunitarias. En estas viviendas, la producción económica y la vida cotidiana convergen en un mismo territorio.

En lo que remite a las tradiciones constructivas y de diseño, las viviendas rurales vernáculas reflejan las tradiciones culturales y prácticas heredadas de generación en generación. La arquitectura local, heterogénea en el arco del noroeste cordobés, se caracteriza por elementos de diseño distintivos, como techos de materiales de la zona, patios barridos, galerías y/o ventanas estratégicamente ubicadas, que son característicos de la arquitectura vernácula estudiada. Estos elementos no solo tienen una función estética, sino que también están intrínsecamente ligados a la cultura y el entorno local.

Focalizando en algunos espacios en particular, podemos detenernos en dormitorios y cocinas. La distribución de espacios en dormitorios independientes, a veces integrados en el núcleo habitacional y otras veces como microviviendas separadas a varios metros de distancia, proporciona privacidad y permite la convivencia de diversas generaciones dentro de una misma familia.

Respecto a la cocina, este es uno de los espacios centrales en el hábitat rural, donde se llevan a cabo diversas actividades relacionadas con funciones domésticas y productivas. La cocina no solo se utiliza para preparar alimentos familiares, sino que a menudo sirve como espacio para la producción de productos como dulces, arropes y la cocción de aves para su posterior comercialización. La cocina históricamente ha estado ubicada en espacios exteriores o intermedios, posiblemente debido a la necesidad de mantener una conexión con el entorno exterior y contar con suficiente espacio para llevar a cabo diversas actividades, incluyendo la cocción lenta de alimentos y la atención a otras tareas como la huerta y el cuidado de los animales.

Finalmente, atendiendo a las características que el proceso constructivo implica, como se ha señalado, las viviendas vernáculas responden a diseños emergentes de acervos culturales de las comunidades. En ese sentido, las viviendas son el resultado del devenir de cada familia, de sus conocimientos y de sus posibilidades para cristalizar espacios construidos. La minga o el trabajo de construcción comunitario, forman parte de las estrategias que estas comunidades se dan para su producción de hábitat. Esto refleja la importancia de la unidad familiar y los lazos comunitarios en la vida rural y cómo la arquitectura vernácula se adapta a las dinámicas sociales, sean estas familiares (en términos funcionales) y/o comunitarias (en términos procesuales constructivos, aunque frecuentemente se conciben espacios con funcionalidades de uso colectivo, como salas de producción).

SOBRE LA TIPOLOGÍA DE VIVIENDA DEL PLAN ESTATAL

Atendiendo a la dimensión funcional y material de análisis, las viviendas construidas a través del programa estatal bajo estudio son completamente industriales, empleando materiales como ladrillos cerámicos, plásticos variados, poliestireno expandido, cemento y chapas. Esta elección se fundamenta en consideraciones de higiene y en el esfuerzo por combatir la enfermedad de Chagas. Esta transformación ha implicado la sustitución de la forma tradicional de construcción de viviendas rurales, lo cual contrasta significativamente con las prácticas arraigadas en la historia de estas comunidades.

Figura 3

Plano de arquitectura de tipología de vivienda del plan en el hábitat rural cordobés

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Figura 4

Imagen de fachada de tipología de vivienda del plan en el hábitat rural cordobés

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Las viviendas construidas a través del Programa de Sustitución de Viviendas Precarias y Erradicación del Mal de Chagas (PSVPEMCH) presentan un diseño arquitectónico compacto que se distancia de la disposición dispersa típica de las costumbres campesinas. Este diseño se asemeja más a las lógicas urbanas, donde la eficiencia en el uso del espacio es crucial debido a la limitada disponibilidad de terrenos amplios en las áreas urbanas en comparación con las zonas rurales.

En el discurso oficial, los materiales tradicionalmente utilizados para la construcción en entornos rurales han sido estigmatizados en nombre del control de la enfermedad de Chagas. Esto ha llevado a la percepción negativa de la construcción vernácula, que está en sintonía con las prácticas de vida tradicionales y en armonía con el ambiente. Sin embargo, investigaciones previas (Rotondaro, 1999; Rolon et al., 2016; Mandrini, Cejas y Bazán, 2018) sugieren que el problema no radica necesariamente en el tipo de material utilizado, sino en la calidad de la construcción, independientemente del material. Esto se debe a que cualquier superficie irregular o revoque con fisuras puede crear condiciones propicias para la colonización de triatominos, los vectores de la enfermedad.

Si nos detenemos en dos espacialidades, podemos observar que se producen algunos cambios notorios. Uno de ellos es la ubicación de la cocina en el interior de las viviendas construidas bajo el modelo estatal. Durante nuestros trabajos de campo observamos que las cocinas internas no tienen el mismo uso, en intensidad y frecuencia, que las exteriores. Esto puede atribuirse a la falta de practicidad que estos diseños suponen en relación a las actividades cotidianas y productivas de las familias. Asimismo, en algunas de estas viviendas, los dormitorios están conectados entre sí, lo que también marca una diferencia significativa en comparación con la disposición tradicional de dormitorios independientes.

La política de vivienda ha impuesto un enfoque urbanocéntrico en el ámbito rural, lo que ha deslegitimado los modos de vida y las prácticas habituales arraigadas en las comunidades campesinas. Esto ha llevado a una disociación entre las formas de vida rurales y las soluciones arquitectónicas de carácter urbano impuestas.

Específicamente en lo que respecta al diseño de las viviendas del programa, estas también indican el abordaje limitado a la funcionalidad residencial. El diseño funcional de las casas desarrolladas por el plan presenta prototipos que imitan un patrón de distribución urbana, que se aleja de las prácticas de vida en el campo (Sesma, 2021). Como ejemplo de ello, se puede señalar la falta de consideración en el diseño de las actividades productivas: únicamente se identifican como espacios productivos aquellos ubicados en el peridomicilio, sin tener en cuenta, en numerosas ocasiones, las actividades laborales que los habitantes de la región realizan en el interior de sus hogares (Hocsman, 2003), tales como la elaboración de conservas o alimentos. Otro ejemplo lo constituye la disposición de la cocina en el diseño propuesto por el programa, que también muestra su carácter urbanocéntrico: se ubica dentro de la vivienda, sin tener en cuenta que las familias suelen cocinar principalmente en la galería o en el área designada para el fogón, como mencionamos previamente.

La diferencia que se presenta en la dimensión material y funcional previamente expuesta también se refleja en los elementos simbólicos. De este modo, advertimos que en estas políticas la vivienda rural tradicional se ve como un objeto que necesita ser mejorado, reemplazado o erradicado; en contraposición, la vivienda propuesta se presenta como un objetivo a alcanzar, a adquirir (Sesma, 2021). En otras palabras, según el discurso estatal, la casa rural original se considera un aspecto visible que debe ser eliminado como parte de la problemática de vivienda en las áreas rurales afectadas por la enfermedad de Chagas.

En ese sentido, recuperando elementos discutidos en el apartado 3.3, es interesante preguntarse por el tipo de conocimientos que se vuelve dominante en la intervención territorial. Allí, una perspectiva específica, disciplinarmente constituida, se vuelve el discurso legitimado para pensar y definir diseños y materialidades. Esta idea que estructura el abordaje de la política se ve reflejada, por ejemplo, en afirmaciones tales como que a través del plan “[se acercan] nuevas herramientas y una mirada más técnica y científica respecto a su actual manera de producir” (Informe de gestión, 2015, p. 96). Aunque el Gobierno exprese una intención de mejorar la calidad de vida de los habitantes a través de la construcción de nuevas viviendas, esta mejora se concreta a través de un diseño que responde a una lógica urbana.

En esta misma línea, cabe señalar la importancia que se le da a ciertas prácticas de higiene, sin prestar atención, como se explicó anteriormente, a las funciones propias de la vida en zonas rurales, tanto en el ámbito doméstico como en el productivo. En este punto, analizamos el origen de la intervención, que ya no responde a las lógicas familiares o comunitarias sino a definiciones prefiguradas por el actor estatal. Este modo de intervenir en el territorio cobra sentido en el marco de las prácticas propias del modelo de desarrollo, concebidas como un enfoque verticalista (de arriba hacia abajo), “como un sistema de intervenciones técnicas aplicables más o menos universalmente con el objeto de llevar algunos bienes ‘indispensables’ a una población ‘objetivo’” (Escobar, 2007, p. 86).

Conclusiones

Como señalamos a lo largo del trabajo, la relación entre la enfermedad de Chagas y la política habitacional en el contexto rural campesino presenta una genealogía que las conecta. El surgimiento de la enfermedad de Chagas no se reduce a su dimensión biológica, sino que además abarca dimensiones discursivas, políticas, sociales y culturales. Su surgimiento en Argentina en 1933 se entrelaza con la historia intelectual de la medicina y la política pública, y se convierte en un aspecto fundamental para abordar la dimensión habitacional en la ruralidad.

Desde sus inicios, se relacionó la enfermedad de Chagas con condiciones de pobreza, falta de información y acceso limitado a servicios sanitarios, lo que la convirtió en un símbolo de las inequidades en América Latina. Esto resaltó la importancia de la relación entre geografía, ambiente y salud, a lo que posteriormente se ligó la dimensión habitacional, conjugado con el afianzamiento de la arquitectura moderna y su repertorio de materiales industrializados.

A lo largo de este trabajo desplegamos un análisis en el que se observa el énfasis en la relación entre la enfermedad y las condiciones de vivienda rural, lo que ha llevado a una estigmatización de las comunidades rurales y los usos que ellas hacen de técnicas de construcción vernáculas. Analizamos la manera en que la calidad de la construcción y el mantenimiento adecuado son factores clave en la prevención, independientemente de los materiales utilizados.

Asimismo, señalamos que la prevención de la enfermedad de Chagas debe abordarse de manera integral, considerando factores como la calidad de la construcción, el mantenimiento adecuado de las viviendas y espacios peridomiciliarios, así como la higiene en los espacios habitados. Más aún, es fundamental desmitificar la idea de que las técnicas de construcción con tierra en áreas rurales son un factor de riesgo en sí mismas. La evidencia respalda que la inadecuada resolución constructiva y el mantenimiento deficiente son los verdaderos factores de riesgo.

En ese sentido, tras el análisis genealógico de la intersección entre vivienda y enfermedad de Chagas y la contrastación con algunos casos de estudio, sostenemos que las políticas habitacionales podrían enfocar sus esfuerzos en mejorar las condiciones de vivienda, incluyendo en sus diseños las diversas funcionalidades del hábitat rural-campesino, en lugar de enfocarse en la erradicación de estas viviendas. Consideramos relevante que estas políticas eviten estigmatizar a las comunidades rurales y sus prácticas constructivas tradicionales.

Por otra parte, el trabajo recupera una mirada integral del hábitat, más allá de la dimensión constructiva de la vivienda a la que se reducen las políticas habitacionales. En ese sentido, advertimos las implicancias del modelo productivo agroindustrial, ya que el avance de esta frontera impacta en la reconfiguración de espacios y prácticas campesinas. De manera acelerada, la producción agroindustrial fue ganando terreno al uso compartido del monte o del espacio peridoméstico. Históricamente, este era territorio para la caza, recolección y cría de animales, y ante la imposibilidad de sostener el acceso a este, se reconfiguran las formas de cría y las espacialidades en la proximidad del hogar. Se observa que esto repercutió significativamente en los usos del espacio próximo a la vivienda, dando paso a nuevas o más agudas problemáticas, entre las que podemos señalar la enfermedad de Chagas.

Este análisis plantea la necesidad de políticas públicas que aborden la relación entre salud y hábitat rural desde una perspectiva integral, multidimensional y situada, recuperando los conocimientos de las comunidades sobre las que se busca generar mayor bienestar.

Referencias

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Black, C. (2007). Household risk factors for Trypanosoma cruzi sero positivitiy in two geographic regions of Ecuador. Journal of Parasitology, 93(1), 12-16.

2 

Castro, E. (2011). Diccionario Foucault. Temas, conceptos y autores. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

3 

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Notes

[1] Algunos de los más relevantes son: Programa de Desarrollo del Noroeste Cordobés. Segunda Parte. Consejo Federal de Inversiones y Fundación del Banco de Córdoba, Informe de gestión (2018); Programa Provincial de Chagas. Ministerio de Salud de la Provincia de Córdoba (s/f).

[2] Vale aclarar que el análisis de estas viviendas se realizaron en el marco de trabajos de campo y proyectos de investigación llevados a cabo por el Área de Estudios Socioterritoriales del Centro Experimental de la Vivienda Económica (AVE-CEVE-CONICET), del cual las autoras forman parte. Estos proyectos de financiamiento son: Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) denominado Análisis de las construcciones discursivas en disputa para el abordaje integral del hábitat rural. Caso: región noroeste de la Provincia de Córdoba (2021- 2023); Proyecto de Investigación Orientado a la Demanda y a las Oportunidades (PIODO) denominado Desarrollo tecnológico situado en el hábitat rural. Alternativas integrales para el abordaje de sus funciones residencial, productiva y de socialización (2018-2020); y del Proyecto de Investigación Plurianual (PIP) denominado Recuperación y desarrollo de tecnologías sociales y estrategias de gestión, orientadas al fortalecimiento de las capacidades de los gobiernos locales para la atención de problemáticas habitacionales y socio-productivas (2019-2022).